Joyas tradicionales españolas

La joyería o adorno personal aparece ligada a la sociedad en la cual se concibe, y aunque en algunas etnias el adorno se reduce a plumas o tatuajes, en otras sociedades y lugares arraiga el trabajo del metal y las piedras preciosas o semipreciosas. Este es el caso de España, donde desde el Siglo VII a.C., aparece el trabajo de los metales por parte de Griegos, Fenicios y en el mundo prerromano. Esta tradición sobre todo se da por la riqueza del suelo peninsular. Hoy, con la ayuda de los expertos de Serrano Joyeros, vamos a daros un paseo por la historia de la joyería en España.

Actualmente se carece de un estudio de joyería desde el punto de vista antropológico, porque todos los estudios son muy técnicos, por lo cual intentaremos enfocarla en todo momento en relación a la sociedad y el lugar en el que se concibe. De esta manera, hay que diferenciar entre joyería popular o tradicional y joyería culta. La joyería popular es la que nos interesa, porque la joyería culta queda sujeta al cambio de modas y a la técnica, mientras que la joyería popular permanece fiel a un modelo con pocos cambios y siempre arraigada a las costumbres.

Cuando hablamos de joyería popular, no hablamos obligatoriamente de un adorno fabricado con materiales ricos, como el oro y la plata y piedras preciosas, sino que son piezas concebidas imitando a las modas marcadas por la joyería culta. Modas no inmediatas en el tiempo, las cuales llegan con muchas décadas de desfase. Es decir, la joyería tradicional queda enmarcada dentro del siglo XX, con piezas que no tienen por qué ser hoy en día una pieza de museo, sino que puede ser un adorno que hayamos podido heredar de nuestros abuelos.

Lo primero que la diferencia son los materiales, muy variados, pudiendo abarcar desde los más ricos y nobles como el oro y la plata hasta otros que buscan una similitud estética con estos. Hablamos de imitar un material, incluso con otros tan diferentes como cáscara de almendra y azúcar. En el caso de España, vamos a encontrar sobre todo metales blancos y amarillos, no usando casi el oro, y si aparece en algún ejemplo, suele ser oro de pocos quilates. Pero por el contrario, la plata es muy abundante, en mayor o menor ley y grosor, ya sea en su color natural o imitando al oro. Como curiosidad, una manera de imitar el oro es la transformación de la plata con bruñidos y barnices. Podemos observar el uso de otros metales y aleaciones: bronce, cobre, cinc y estaño, sin duda mucho más económicos.

Las técnicas más características en España son más o menos uniformes. En primer lugar se lleva a cabo el proceso por el cual el metal se transforma en la pieza: obtención del metal, formación de la estructura de la pieza. La decoración se realiza por medio de diferentes técnicas, entre las cuales las más comunes son: el cincelado (trabajo del anverso de la pieza moldeando o esculpiendo en alto relieve, con un cincel a golpe de martillo), repujado (trabajo por medio del golpeo de la pieza en el reverso, por lo que en el anverso se produce un bajo relieve), grabado (incisiones en la superficie con buril), el damasquinado (surcos en la pieza, sobre los que se inserta hilo de oro o plata con un acabado bruñido de la superficie), estampación (matrices o moldes con decoración al hueco a base de golpes), esmalte (pasta vidriada de color en la superficie), engastado (piedras fijadas en el metal), embutido (se inserta en el metal otro material). Tras el trabajo de cualquiera de estas técnicas, todas las piezas, se someten a un pulido o abrillantado.

La joyería popular en España se puede clasificar de distintos modos: función (las personas que la llevan), uso (en relación a la indumentaria), familias joyeras y por localización geográfica. Dividiendo España en seis grandes zonas: Área Norte, Área Occidental, Área Levantina, Área Central, Área Andaluza y por último la zona correspondiente al territorio insular. Cada una de estas zonas aporta unas piezas muy diferentes, dependiendo de la zona en la cual han arraigado.

En el Área Mediterránea o Levantina destaca sobre todo Valencia, donde los adornos se asocian a la indumentaria, sobre todo a la tradición fallera. Piezas ligeras con mucha pedrería, en especial las perlas y espejuelas. Son muy característicos los adornos para el tocado, el rodete y la topa (moño trasero) sujetados con las agujas (agulles) o monyas (alfiler rematado por una cabeza adornada con pedrería). Sobre todo se trabajan en plata y otros materiales menos costosos como el latón. Por otro lado abundan los pendientes de tres cuerpos con distintos adornos; el más característico es el ‘pendiente de barquillo’. En Aragón aparecen piezas fáciles de identificar, porque se llenan de abigarramiento y calados, destacando sobre todo los pendientes de tres cuerpos con un lazo y un colgando llamado sofocante, con forma de lazo y almendra. En Cataluña destaca la arracada (pendientes), trabajadas en piedras preciosas y oro con tres cuerpos, el tercero rematado normalmente por una mariposa. Esta pieza es fundamental en la tradición española; tanto es así, que normalmente era el examen obligatorio para convertirse en joyero.

Valencia, Aragón y Cataluña beben de una influencia de la joyería púnica (Fenicios) arraigada en el Mediterráneo, además de las tendencias provenientes de Francia e Italia.

En el Área Norte destaca Cantabria, apareciendo piezas en las que predominan las cuentas de ámbar, coral y azabache. Materiales que aparecen en diferentes tipos de pendientes, entre los cuales destacan los pendientes de bolas de filigrana de oro porque los usaban las mujeres casadas. En Galicia se usa el azabache, por sus cualidades profilácticas unido al concepto de religiosidad popular. El mejor ejemplo es el Santiaguillo y amuletos como la higa, un símbolo de pervivencia romana.

Toda la costa atlántica, desde Galicia a Navarra, vive de la tradición prerromana sobre todo de la metalistería celta, pero además queda ligado al Camino de Santiago.

El Área Occidental es de todas la zona más peculiar de España, con una joyería que no se encuentra en otro lugar, abarcando León, Zamora, Salamanca, parte de Toledo e incluso llega a Portugal. Salamanca es fundamental por su tradición platera. Aparecen piezas como los pendientes de media luna y tres cuerpos con un lazo además de collares como el de galápagos, trabajados con bolas de filigrana. El caso más particular de estos collares de filigrana, lo tenemos en la Alberca. En Cáceres y Toledo aparecen las arracas, las medias lunas, pendientes de lazo; pero sin duda lo que más llama la atención son los pendientes de choza y lanzadera.

La tradición fenicia es fundamental, igual que ocurre en el Mediterráneo con algunos rasgos comunes, como el uso de la perla en algunas piezas.

El Área Central o de las dos castillas, no tiene mucha importancia porque la joyería culta tuvo mucha aceptación, de tal manera que la joyería tradicional repite piezas de otros lugares de España. Pero sí destacan el uso de técnicas como el damasquinado, en Valladolid y Palencia.

El Área Andaluza es una síntesis, pero no repetición, de las formas de los otros centros, donde podemos destacar el uso del coral y la filigrana entorno a Córdoba, apareciendo una serie de collares y pendientes de coral.

El Área Insular nos lleva a Ibiza, ciudad púnica por excelencia. Aparece una pieza muy peculiar, llamada empranada, trabajada en oro con varias cadenas unidas alcollaret (pieza de vueltas con cuentas prendidas a la hombrera con alfileres).

Muchas de estas piezas las tenemos en nuestras casas, pero otras se encuentran repartidas por algunos de los museos etnológicos del país. Entre estos, hay que destacar la colección del Museo del Traje (CIPE), antiguo Museo del Pueblo Español.

En definitiva, a través de la joyería popular de nuestro país podemos conocer realmente parte de nuestra cultura y por eso es tan interesante.

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